LA ESPAÑA QUINQUI

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LA ESPAÑA QUINQUI

Se está dedicando en la CCCB de Barcelona una exposición que dura hasta el 6 de septiembre con el nombre de Quinquis de los 80. Esta exposición resalta como tema principal una España quinqui que en los 80 existía en el eterno extrarradio de las grandes ciudades españolas. Esta España quinqui fue publicitada y vanagloriada por películas y por la prensa de la época. Pero no sólo fue ensalzada por la prensa y el cine, también se ha transmitido tras la fuerza trasmisora de la música, la moda y la teatral. Tenemos el ejemplo que desde el teatro social de Alfonso Sastre, en su obra “la Taberna Fantástica” donde ya se exhibía una jerigonza y una manera de comportarse en ese extrarradio que dejaba tanto que desear en el tiempo de la transición española, donde se hacía singular hincapié al especial extrarradio de Madrid y sus albores de mala vida, alcoholismo y marginalidad. La obra de teatro refleja muy bien como se comportaban los quinquis, los mercheros, los gitanos y los migueletes. Existe todo un glosario de palabras que en ese ambiente de suburbio marginado hacían acto de presencia y toda una cátedra de literatura sobre el tema se ha escrito, y hasta una amalgama de ensayos literarios donde ese lenguaje se imponía como un Tótem. Ejemplo:


¿Cuándo saldrá este menda al fin en bola?
En la espera converso con piqueros
Y gente de mandanga, lo cual mola.
Empleo los voquibles talagueros
–el chamullo que usamos en el maco-
y un argot de colgados mandangueros.
No escucharás palabra sin su taco
-y el hablar al pensar corre parejo-
y me apuesto no un cangri sino un saco.


Alfonso Sastre, poema.


LUMPEMPROLETARIADO

A Alfonso sastre.


De la estaripén me najé pitando
Yo siñelo chachipé, nai diquelo napo.
Al najar nai chaborrillas junando

Mi puchela en calé, mi siñelar guapo.

Me camela junear achantando
Los presos que conmigo en el maco
diquelan libertad de sorna flipando
Y en junear a mi mama y a mi bato.

Que mi vida es de menda chorando,
Mi vida es al día y los meses con taco,
La vida sin jicho que chamulla najando.

De tirón al menudeo, del descuido al atraco,
De butrón en butrón a esparramo rilando,
Chorar por chorar, duquela pa”el saco.

Este poema de mi autoría refleja bien esa jerga macarra que existe en el extrarradio donde tantos de nosotros hemos vivido y seguimos viviendo. Pero el hecho de que Alfonso Sastre escribiera su magnífica obra teatral fue nada más que el comienzo de toda una sub-cultura urbana que nacía para estudio de los que ahora la exponen.
Directores como Carlos Saura, José Antonio de la Loma, Eloy de la Iglesia y otros más, dirigieron películas como “Deprisa, deprisa” en el caso de Saura, la famosa saga “los últimos golpes del Torete” por José Antonio de la Loma y muchas más. También existía el problema de la drogadicción, donde Eloy de la Iglesia hizo cine como un enorme referente a seguir en su saga “El Pico” donde se contaba la historia de dos toxicómanos de distintas condiciones sociales, ya que uno era hijo de un famoso diputado abertxale y el otro era hijo de un condecorado Guardia Civil. Estos films contaban historias de robos, drogadicción y delincuencia, y eran personajes admirados y referentes a seguir para un público desencantado por toda la inoperancia de la burocracia política y todos sus resortes en lo que a autoridad se refiere. Había demasiado desencanto social, había demasiado paro, la juventud estaba menospreciada por las jerarquías omnipresentes y no tenían otra salida que delinquir o drogarse. Los jóvenes de entonces eran barcos a la deriva y ponían toda su fe en mitos salidos del cine, ya que los líderes políticos estaban demasiado preocupados por mantener una democracia aún joven todavía. Los films quinquis no sólo vanagloriaban a sus personajes si no que los hacían participes de una música que campaba a sus anchas por los suburbios. Una música nacida del flamenco y el gitanismo, ya que, casi todos los protagonistas de ese extrarradio que empezaba su andadura eran gitanos o emigrantes de la marginada Andalucía. Mucho después, cuando la democracia parecía más asentada en la sociedad española, llegó a las pantallas un personaje, el cual, se hizo bastante famoso, ya que publicó grandes episodios de su vida marginal y carcelaria. Ese personaje fue “el Vaquilla”, Juan José Moreno Cuenca, que siguiendo su estela de robos en la ciudad condal, como su homólogo “el Torete”, Ángel Fernández Franco, donde exhibían sus alter egos en películas haciendo de las suyas por las calles de Barcelona.

Existe mucha música auspiciada por ese cine. Están por ejemplo: los Chichos, Tony el Gitano, los Chunguitos (ahora llamados: los Hermanos Salazar), las Grecas, Camarón de la Isla, los Calis, y muchos más, que después les siguieron. Pero es necesario hacer hincapié en que toda esta juventud, de melena y pantalones vaqueros, toda esta juventud, de rumba flamenca y canuto en los labios, toda esta juventud fue tragada por una marabunta y una vorágine de mortandad, de cárcel y de drogadicción que les llevó a perderse en un tiempo que parecía concluido después de su efervescente fama y su ensimismamiento de semi-dioses marginales. Aunque renació de esas cenizas y ha perdurado hasta estos tiempos con la misma áspera estela de muerte y mala vida. Todo esto nos lleva a una necesaria enseñanza. Nos lleva a comprender que estos personajes no dejarán de existir. Por que es sumamente curioso, que en estos tiempos de crisis y mala televisión hayan querido volver a dar sus coletazos en una España que parecía ya dormida, pero no es así. Esa España es inmortal a los ojos de un público que pide y necesita esos héroes de barrio para mantenerse a flote en una sociedad que los desafía y los margina constantemente.

Cecilio Olivero Muñoz

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