Motel Freud
Posted on 21:15
En mi vecindario se escuchan conversaciones entremezcladas unas con otras, menudencias de voces que allá lejos parecen disueltas como un ingrediente en una comida que no comerás, yo las escucho y para nada se establece una comunicación concreta, da placer cuando vienen los vecinos a las 6:00 de la mañana, entre el frío y el cansancio evidente me coagula el placer de no estar afuera, como un calor propio en el que yo acurruco mi soledad, una lucha de algodones y de almohadas calientes en las que burlarte del invierno es una invitación al placer inmediato, la mejor droga del mundo, el placer es cuestión de no pisar según qué cristal tras haber roto una botella, el placer es que se te caigan las chinchetas de tus pósters y sortearlas todas con éxito en el suelo del sueño huérfano de realidad.
Haz deporte, mantén tu línea, no ingieras según qué alimentos, hago esto todos los días de la semana, pero sigo estando solo, es más, cuando más en forma estoy, cuando más esculpida tengo la belleza, más solitario estoy, quizá sea por que me he vuelto algo selectivo, selecciono a todas esas personas en tres grupos, los que están en forma en unos, los que merecen estar solos por que yo lo digo en otros, y el grupo que más me gusta es el que están en forma y además son más divertidos que nadie en otro, podéis llamarme egoísta, podéis llamarme segregador, incluso podéis llamarme inhumano, pero yo, al insulto que menos le hago caso es aquel que me tilda de ciego, odio a estas personas por que dicen que a mayor belleza física mayor es también la ceguera con la cual hago mi selección. Estas personas merecen estar solas por que yo lo digo.
Movía el mentón de un lado al otro porque le daba cierto placer redundar de forma compulsiva debido a las anfetaminas que tomaba normalmente, se mesaba el cabello un largo instante de manera repetida debido a la reiterada razón que lo expulsaba del paraíso racional, arrastraba el pie como si le pesara porque le pesaban las culpas de una causa sin causa aparente, se rascaba detrás de la oreja porque fue ese lugar en el que le señalaron los dioses lo que se oía aunque sin evidencia alguna. Toda locura tiene un por qué, las causas que hacen evidente una manía en la presencia del loco no son sino el atrezzo de su pensamiento.
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