retrato de New York

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Millones de fotos sepia, el súmmum del vintage en el asfalto perdido, entre adoquines perdido de ciudad con quimeras resbaladas en las promesas frías y en los edificios de acero que claman el grano de un click inoportuno, o una noche con un Marcel Duchamp aburrido o extasiado, millones de fotos Agfa que perdieron el aliento de bromuro entre los 70's y los 90's se buscan en las cajas de zapatos y en los baúles de años perdidos que huelen a alcanfor y se despiden del sueño que huele a caminata, y ahora millones de fotografías digitales que se enamoran del músculo de pixel y sudan su orgasmo con labios carnosos que sugieren un beso mordido por las mandíbulas flojas que los soñantes cruzan como zombies en la literatura de la imagen. De la imagen a todo color, parece pose o puesta en escena. Este breve repaso por la fotografía y su historia no es casual, y esta fotografía de un cuadro de un artista que se apellida Francés no es ninguna otra casualidad, los dos fragmentos de este poema han querido ser parte de este poema, y no yo he sido el que los ha elegido, ellos me han elegido a mí como poeta y han preferido ser fragmento de este poema. Este poema es un poema de amor, un poema de amor dedicado a la ciudad de New York, sé que esto me hace parecer un provinciano newbie obsesionado con la ciudad, pero pueden estar en lo cierto y pueden pensar también que sí visitara la ciudad de New York iría a todos esos sitios donde siempre van los turistas, sería el típico turista que frecuenta el MoMa y la Estatua de la Libertad. Circularía entre sus taxis amarillos y quizá alquilara alguno, rememoraría Taxi Driver, Manhattan, a Andy Warhol, al viejo Lou Reed, a Allan Ginsberg y su aullido edulcorado, a Bob Dylan y su etapa de músico urbano, emularía a Iggy Pop tomando café y fumando con Tom Waits y su voz ronca y quebradiza, preguntaría en inglés con acento andaluz por el Greenwich Village y no me entendería ni el judío Edgard Solomon, a pesar de que procedía de una familía que conocía el ladino, además de la Toráh, la cábala y los poemas místicos de Willian Blake, o sea, un descendiente de judíos expulsados de España, un Sefardita, pero todo esto que cuento no es posible, por que los sefarditas no suelen llamarse Edgard Solomon, quizá sí se llamará Abishai Cohen, pero ese nombré me suena, quizá sea ese contrabajista judío que canta algunas canciones en ladino, pero todo esto es una excusa, es una estupenda excusa para hablar de New York sin parecer un newbie, o quizá sea una excusa también para unir el fragmento introductorio y la fotografía del pintor y artista sobre New York apellidado Francés y no parecer así que soy un fulano provinciano que utiliza cualquier reserva para exponer obra de otros en poemas que yo me invente, y tal vez sea está la excusa para que este poema hable de New York y así yo no parezca ni un fulano provinciano ni un newbie. No sé, podía seguir así hasta que amanezca.

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