
Esta muchacha sonríe de cualquier manera y en sus esbozos dibujan tres mil palmeras, con sus hojas de palma curvadas y sumisas que revolotean al viento firme en escuadra que elegante sisea, esta muchacha abre caminos con una llave, que nadie conoce, nadie la sabe, esta muchacha brinda a los años un ser perplejo y reúne corales como amuletos, esta muchacha destapa mil carnavales, entre verbenas de vino donde brindan las gentes de otros lugares, esta muchacha sabe que mañana empieza la primavera, entre suspiros que brotan libres de hierbabuena, esta muchacha renuncia al peso del mundo y a la rabia roja de los iracundos, esta muchacha se viste de cualquier sábado y sabe cual es su reducto, entre la fecha dorada y el pálido rumbo, esta muchacha hermosa si se equivoca, le pone veinte cerrojos a cada centímetro de boca, esta muchacha sabe comerse su sopa, porque ha comido recalentado para que sus hijos delicados no comiesen las sobras. Esta muchacha se persigna sin persignarse, se resigna sin resignarse, esta muchacha aprieta sus muelas, aprieta su boca, cuando en su sueño los monstruos de roca no le quiten su mundo risueño. Y guarda aromas entre la recién lavada ropa y su secreté pequeño. Esa muchacha sonríe y ya no es niña, aunque saben sus besos a romero y piña, esa muchacha cae desde bordillos grandes y cuando ella está en el suelo su extrañeza es gigante, esa muchacha guapa se nos escapa entre la vid de vino y un reguero de agua, esa muchacha bella que no se vaya o me ataré un cordel a su blusa y otro a su falda.
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En la última quinta del jirón Pachamanca
se ha descubierto un hito ancestral,
se ha descubierto bella luz de oropeles
en la mesa de la sala de los Huamán,
se ha descubierto el hambre eterna de los
chanchos,
de los perros del campesino, y del mundo azul,
se ha descubierto breve telaraña en la sopa,
y una quijada de cucaracha busca largo latido
en la despensa.
También se ha descubierto
que el hombre pasa hambre, que sufre cuando le
hacen daño,
y que todo lo que le queda en la vida
es llegar a ver voltear el día tumbado en su
cama.
Tienen un cansancio de nadir derrotado que le
provocan
los chupatintas de ministerio.
Tienen una mirada fulminada
por julepes sonrientes entre jalón de ordeño
y la jalonada inercia de las tenazas,
por desidias vestidas de códigos de barras e
ingredientes,
por aromas de fritangas soberanas
y lujos en la anochecida de los esbozos.
Sufren como sufre la Tierra.
Respiran como respira la vida
y aman como los hombres aman.
Este mundo juega a la vil trampa
del todo te pertenece,
del comerse al mundo en un lonchecito,
del zamparse el esqueleto de pájaro
en la sombra vacía del sendero descalzo.
Ha muerto el sol hace siglos
dicen que lo han visto andar como alma penando
por las huchas de porcelana rotas
y por las pestañas de los niños de la calle
que llevan bala reluciente en sus pistolas.
Se levantan los buenos cristianos
llevando su fe en el estómago
y resumen su día murmurando:
¡Hoy hemos comido! ¡A Dios Gracias!
Los tiranos con ansia de poder meridional
cosen la bandera vencida de sueños y quimeras
en las marañas de cables de televisiones y
esperanzas
que tejieron los mundos allá lejos.
Los niños de la dicha sueñan hemisferios del
frío tiritar
en miradas de rabia,
escuchan la música inhalante de los mundos
sumergidos
en la cloaca,
y las niñas presumen de la volteleta del viento
que revolea en sus suspiros
con una dulce franja dorada anhelante del
amanecer sin dueño.
Nacen las olas en el susurro del viento,
nacen las tempestades sembrando la semilla
de la aurora en las ilusiones de azúcar,
se beben las gaseosas bambeadas los
crisantemos
morados de súbita apariencia trillada.
Se engarzan en el cabello las vinchas del
tedio
los niños maricas de cielo en la trastienda.
Los pobres queremos brillar
como lo hacen las estrellas hermosas tras las
cortinas
de muselinas
que nos separan en nuestra vida
de mostradores remotos y escaparates aledaños.