Capplannetta y el atajo de la soledad
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He titulado este post como “El atajo de la soledad” porque hablar sobre lo que voy hablar es muy habitual en los corazones libres y no tan libres. A veces estar solo no es el problema, resulta evidente que para algunos es la solución. Yo estaba predestinado desde que nací a la soledad, y eso mucha gente de mi entorno lo sabía. Yo lo descubrí hace unos años ya. A veces te casas, dibujas en tu sueño el croquis de una vida, pero el destino de la vida es caprichoso, y a veces te sitúa donde te corresponde. El hecho de estar solo no me diferencia demasiado de la gran mayoría, porque hay personas predestinadas a la soledad por mucho que luchen contra ello. He conocido personas que han montado una gran familia, familias numerosas, y han acabado en soledad. Por mucho que han tratado de luchar contra la pena de tener que morirte solo, al final han acabado solos. Otros, sin embargo, tienen el don de la compañía, porque les ha sido otorgada la gracia de esa dicha. El atajo de la soledad. Otra fue mi opción cuando me casé, pero debo de decir que no me ha resultado nada difícil conseguir mi soledad. No pretendo dar pena, de mí no tiene que compadecerse ningún zafio resentido. Yo quiero estar solo, pero para llegar al lugar donde estoy he preferido el atajo más largo. Porque tuve que casarme mientras luchaba contra mi soledad para llegar al punto del retorno incesante. A mí no me extraña nada que la gente haya usado a mi persona cuando era un árbol frutal y ahora ya seco, (que no acabado) y yermo, ya no sirvo ni para tacos de escopeta de juguete. No puedo reprochar nada al mundo. A la que fue mi mujer menos. Mi naturaleza me ha dado y después me ha quitado. Si yo no me hubiera casado no sabría ni hubiera escrito mi Cibernética esperanza. Yo me embarqué en un viaje de siete años con un proyecto en común, que al final no arribó a buen puerto. No hay culpables, pues no hay culpa en el amor correspondido por ambos. Por eso digo que tomé el atajo más largo para acabar comprendiendo que lo mejor que me podía ocurrir era la soledad. Gente yo conozco que han acabado mal por luchar contra el viento salvaje de su naturaleza. Yo no pretendo lamentar ni un ápice mi soledad, pues solo, lo que se dice solo no lo estoy. Tengo padres y hermanos. Algún día dejarán de existir, al igual que yo, algún día dejaré este mundo que no maldigo. Es un mundo interesado y siempre acaba mal todo lo que empieza, como mi naturaleza. A todos nos enseñan valores que luego llevamos a la práctica sin miramientos y sin asombrarnos ni una pizca. Digamos que ahora quiero vivir en soledad porque para llegar al punto donde ahora estoy luché en batallas cruentas, donde nunca hubo un ganador definitivo. A veces he llegado a pensar que el gran ganador de este tramposo juego he sido yo. Tengo una familia que no elegí pero no voy a devorarlos. Esta vida me ha enseñado que más vale una vez colorado que un ciento amarillo. También me ha enseñado de que no hay cosa mejor que la paz del alma. Fuera de ti ocurre todo pero aunque pensamos que dentro de ti no ocurre nada, ocurre la mejor de las maravillas habidas o por haber. No quiero juzgar a nadie, no soy ni peor ni mejor, pero tengo mi soledad, la prefiero antes que lamentarlo luego.