Capplannetta y la realidad de los locos
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Nadie de los realmente “cuerdos” imagina lo lento que es un tratamiento psiquiátrico. La parsimonia de los domingos se enciende como un cirio infinito y cansa tanto morir cada día… morir, lo que se dice morir, es nada más un poco. Cuando te vuelves un inútil para la comunicación tu única salida es la de escribir y escribir por el vertiginoso nudo de la soga que te aprieta. Pero no mata. A pesar de llevar una soga en el cuello no aprieta lo suficiente. El patíbulo está repleto de seres vengativos. Tú sólo has cometido el delito del derecho de nacer. Naciste sano, pero el destino hizo un trabajo de retorno a aprender aquello que no sabías, aunque no podrás quitártelo de la cabeza durante toda tu vida. Los locos morimos cada día, caes a la cama exhausto. Y te preguntas si tanta realidad es origen de tu paranoia, o es real como la vida misma. Los médicos te medican, caes en una espiral del centro hacia afuera y de afuera hacia adentro. Te señalarán, te partirán el corazón, pero tú debes ir dejándote llevar. Por la lentitud, por la prisa vegetal, por la parsimonia que te hace torpe y confundido. Escribes y escribes, y ese no es el problema. El problema es la incapacidad para comunicarte verbalmente. Vas hilvanando palabras tras palabras, como filas de hormigas en verano. Están todas abasteciéndose para el crudo invierno. La cigarra canta y canta. Pero en tu paciencia se basa la gran verdad de tu naturaleza. Una naturaleza distinta pero con similitud y confabulada entre la gente que conoces. Pienso que la gente es buena. A veces pueden tomarte por cretino y otras por alguien brillante. Pero la lentitud de medicarse, te hace llevar una vida dependiente de la sustancia de la esperanza. Una esperanza vacía.