Capplannetta y la noche más negra
Posted on 23:34
Me crujieron las costillas mientras ese energúmeno las golpeaba como cualquier cosa. Estaba borracho pero no dejé de revelarme hasta que me rompieron la camiseta. Ese asqueroso viejo, amargado y ojeroso, me puso su asqueroso pie en la frente. Todavía recuerdo la arena que caía por mi frente. Esa noche mi vida cambió. Decidí encerrarme en casa, pues comprendí de qué iban los taberneros y los camareros de pacotilla. No es que fuera pendenciero, es que traté de defenderme ante el desprecio y la animadversión hacia mi persona. Me humillaron, me patearon, y me hicieron refugiarme en casa de mis padres y no salía a la calle por vergüenza. Todavía recuerdan el hecho y me culpan a mí de ser racista y persona nom grata para esa panda de gallifantes sin cerebro. No, no eran gitanos. Eran blancos y con venganza con sed atrasada. No he vuelto a ese bar desde entonces. Lo maldigo con todas mis fuerzas. Me pegaron como a un guiñapo y se cebaron bien conmigo. Ese fue el motivo de porqué me encerré en casa y me volqué en el Internet. Si no existiera internet hace tiempo me hubiera suicidado. Dicen que el suicidio es de cobardes. Pero hay suicidas que tienen un par de pelotas. Por ejemplo los que se tiran a un tren. Pero sí, me encerré en casa y conocí a Ella y me hizo compañía hasta que viajé solo a su país. Entonces no le tenía miedo a nada. Viajaba siempre solo. Los amigos que merecen mi respeto no los veo hace años. Tengo un amigo que me salvó de un buen marrón en un bar-karaoke. No diré su nombre, ni siquiera su mote, pero si no hubiese sido por él sería carne de golpe del dueño del bar- karaoke. Dios se lo pague, amigo.