EL CLUB DE ALTERNE
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Hoy pusieron medalla a una reina que al dejar vacío el podio se manchó el vestido de licra y nylon con el semén de mi diamante rojo. Hoy se manchó de calumnia una mujer que tenía que dar su corazón de oro por billetes arrugados y sudorosos en la inapetencia de quietudes con cerrojos. Hoy se vistió una mancha de suavizante oloroso con perfumado trajín de trapos, banderas y sacos rotos. Hoy en el club de alterne entró un caballero y un mozo y negociaron con doña Isabel la postura y la impostura de un polvo. Vivan las putas del mundo, vivan las que trabajan sobre todo cuando los lupanares oscuros y los besos que son pequeño tesoro. Vivan las cosas sencillas, desconfía de quienes prometen el cómo, viva los que te dan vidilla y los chaperos de los que se habla tan poco. Estoy con el corazón absorto, hiberno en la cueva como un oso, no pretendo sofritos con regusto e insomnio, me gusta disipar dudas sobre las falacias de los matrimonios. Huye de la esclavitud mañanera, del sol y los equinocios, sed leales amigos a este loco, que ni critica ni se come el coco, tan solo trasforma las huellas en los barrizales del estorbo. Un partidazo subrayan los herederos del inmueble repleto de forros y escrotos, sueños con trampantojos, braguetazos de aquellos Manolos de los que niegan la sed y el chocolate del loro. Aparatosos son los desnudos que tienen aquellos fantasmas amos del todo, algún personajillo casposo, y aquellos que despiertos sueñan con la bilis, la pus y en hacerse famosos. Esto es teórica vacua que yo mismo enarbolo, a las palabras no le quito ojo, ni a los placeres pacatos ni a las quimeras del distrito del Soho. Quiero mi corazón azul de un color granate de sangre que escondo en el zoco, ardiendo de mañanas perturbadas y colibríes desnudos desde las entrañas a los ojos. Mi buen abuelo José marchó de este mundo en el año noventa y ocho. Yo soy producto de los setenta y nadie me dió ningún pésame, no, porque soy incoloro, siempre otro, no me conoce el lobo, el ogro y el paraguas roto, se me conoce olor a magnolia hermosa de tus senos redondos. Ni me conoce aquel mundo de solitarios tampoco. Un día me partiré en pedazos, será el último número del gran show del triste Capgrós nascut a Sabadell sin ser cristiano antiguo, sin rehusar lo que me falta en trozos, y es la ventana abierta lo que cubre mi fangal de lodo, y otras cosas que te confiaré cuando encuentre acomodo. Solamente del mundo recogeré el oro que no quisieron otros, y esos otros no son Juanes ni Mohameds, vivo yo con mi sueño que de ira destrozo yo solo. Soy el rey de lo cacofónico, pero estas rimas están fijadas con sangre de cereza y madroño. Es ley que no se respeta. Es robar por vicio caprichoso. Es hacerse el tonto.