La canción de los infelices

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Cuando fuese tu cumpleaños en febrero y alguna sentencia te amargó el sinsentido, todos dicen “felicidades”. Entre el crisantemo funeral te dedican un “lo siento” pero es solamente un cumplido. La paz de los infelices, de los que llegaron primero, la felicidad de los que comieron perdices, la guerra de los que malgastaron su dinero. La contradicción de los circunspectos, el envoltorio de los que fingen, las circunstancias de los abyectos, la mortandad de los que piden y piden, la volátil gasolina del mal excusado “no puedo cantar ni quiero”, el gas del alcaloide que somete a quienes lo siguen como vicio en serio, la esperanza de los que persiguen ilusión sin un principio, los que conjugan el participio,  la ley del espermatozoide de un juez de oficio, a una particular casa de lenocinio, un patio en mi casa, un abismal precipicio, el patíbulo que aborrecen por cacasenos y necios. La paz de los ángeles felices, que sueñan con ser dioses del valor y el precio, la paz de los que toman las directrices de este tinglado chapucero. Los chicos amontonados en cenas de empresa, las fiestas sorpresa, los te echo de menos, yogures caducados de fresa, los de la mente espesa, y el que acaricia unos puntiagudos senos, los sorbos de un ya te lo dije, los fugitivos besos y los después de los “hasta luegos”, está el que algo te exige y el que no sabe poner ningún pero, están los cautivos encerrados entre sucios abordajes, un puchero, trescientos sesenta y cinco potajes, los caminos plagados de sabotajes, un Dios en el silencio, un grano en el trasero, mil viajeros ligeros de equipaje. Tres mil exiliados de guerra, un soldado de esta vida perra, una casa apartada en la sierra, una serranita que no te deja probar bocado, un acoso y derribo, del seco erial la tierra, un gasto imposible de un mundo opresivo, un país con tirano hacia el sometido, un derecho adquirido, un despertar sintiéndote vivo, un preso cautivo, un privilegio, un yo nunca he sido. Una bestia sin fulano, una siesta en el verano, un consejo a un poeta pido, un catalejo que no mira lejos, un sometido, un rezo blanco a mis viejos, un agravio comparativo, un comparado alivio, el mal trago de los pendejos, a los vencejos, a quienes dijeron vivo, a los que perdieron el litigio, un contencioso, un armisticio, un madrugador ojeroso, de verano el solsticio, un gato silencioso, un silencio con ruido, un señor corriente con nombre y apellidos, los buenos metales con malos sonidos, el sulfuro de los valientes, los dominicales días tan repetidos.  

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