Hierbabuena en la sopa
Posted on 16:36
El contagio de vivir con o sin verdad, amigos que perdí y no volverán jamás. El simulacro de sentir, la ceguera al dialogar, lo mal que procedí, el milagro por llegar. La tozudez del porvenir, que sepamos no vendrá, la angustia del día sin fin, la agonía que se nos va, la negrura del morir, la pandemia en lo vulgar, el rapsoda que no está, el molesto sinvivir, la precaria vejez, la impostura y desnudez, el intento de resistir a lo que no se sabe dar, el infortunio al presentir, el vacío de los que ya no están, la farmacopea en mi botiquín, lo necesario del neceser, el aliento lejos de aquí, el miedo que me niega ser feliz, la locura en un hospital, la mañana que nada ve, la proclama del deber, la astilla que no está. La razón del proseguir, el confeti en Navidad, lo imposible de mi mundo del revés, las cositas del querer, ese pensamiento que viene y va, el resquicio de la paz, el noctámbulo porqué. La fogata que encendí en el epicentro de la ciudad, la martingala de existir, el conjuro de mi enfermedad, el perjurio es mi lugar, dar la vuelta al calcetín de los sueños que traslúcidos están, el buen augurio de buena fe, el responso con una tenue mitad, la mitad que yo no sé, la misa que aprendí, lo sagrado de no ser, todo aquello que mordí, lo que aún está por ver, retales de verdad, argucias para prescindir de mí, desde la salud a la enfermedad, estar lejísimos de tu hogar, exhibirte porque se debe existir, la hipocresía de un “Dios dirá”. El bocado que probé, la alegría sin pared, el préstamo por acabar, el lento mes a mes, la Anunciación de Gabriel, la tele en el cuarto de estar, la primera persona del singular, la segunda del plural, todo mi mundo a mis pies, la verdad que se intenta resarcir, el abismo que nos plaga de mal, los caprichos que se antojan ante el tedio sin final, pensamientos que insistí y que tuve que albortar, la inapetencia del volver, la pereza al despertar, la lentísima quietud, temer a quien pierde gas, la razón que pretendí, perderlo todo de una vez, la incoherencia de achantar, la coherencia de no ser, en voz baja cantamé un canción fraternal y mi copiosa ebriedad sea siempre cascabel. A tocateja te entregué mi única virtud y mi libertad, la cólera al revolver esa inapetencia sexual, la rutina de no tener, el vacío existencial, fugitivo del deber te llaman burgueses indecisos estatuas de sal, el comienzo a enloquecer, los que te salvarán, el malísimo perder, el cachito de pan, pertenecer a lo que nunca quise pertenecer, ser otro loco más, ¿qué más puedo ya perder? Si perdí inocente libertad, me hice rareza y breve tibieza, flaco favor que empieza terminando la leyenda o un libro de fuel, combustible del saber, la vegetal prisa sin maleza. La pulcritud y la sutileza, otro divino manantial para beber en ofrendas de cristal a los ojos que volverán.