Interiores de poetas

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Los sueños ciegos tienen esperanzas de que expectantes los esperen en el vestíbulo. Atentos, deseosos, ambiciosos. Los sueños no tienen límites. Lo que tiene límites es la imaginación, y tampoco; tienes que detenerte a tiempo para no caer en el trampantojo de la locura. El interior de un poeta es un nadir infinito. No hay mayor profundidad que la mirada de un poeta. Un poeta se nota por lo que detesta y por lo que siente orgullo. Jamàs es presumido. Simplemente está repleto de orgullo en la poesía, porque la poesía cuando es sincera está adherida al alma del poeta. Recitales, tertulias y demás actos literarios me dieron la espalda hace tiempo. Muchos quieren ganar dinero con la literatura, pero yo me conformo con que a quien se acerque a un poema mío vea fuegos artificiales y galaxias  rosadas porque tengo derecho al rosa, próximos a los corazones. Una poeta es un montón de sueños efervescentes como Sal de Andrews, como el gas de un refresco, como un cava espumoso. Una poeta está eternamente preñada de versos en los que las polillas buscan luz de lámparas y poco les importan si son farolas o teas. Un/una buena poeta nace, jamás se hace. Los poetas y las poetas son distintos aunque se abracen en la penúltima morada. Empacharse de poesía, enfermar de poemas, fiebre poética. Las mariposas están enamoradas de primaveras y flores. Pero la que más les interesa es la amapola, porque se rodea de espigas de trigo sola. Es importante que la amapola esté a la altura de la espiga. Para que las poetas puedan distinguirla con su rojo que impregna sus dedos. Las semillas de amapola son diminutos carbones que se enamoran de sueños. Una poeta es reina de sus palabras y los poetas del pensamiento. 

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