Sobre la honestidad literaria

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El otro día dije en una radio que Charles Bukowski no era honesto. Y la verdad es que no lo considero honesto porque hizo el ademán de maltratar a su novia porque ésta confesó infidelidad hacia Charles, mientras él se fotografiaba con prostitutas distintas cada vez que podía. Pero analizando bien lo que dije y porqué lo dije, diré que como escritor es buenísimo, honesto sí, pero un machista deplorable. ¿Acaso el machismo no es algo que vemos normal? Sí, y para ser yo honesto diré que ni Truman Capote era honesto, ni Hemingway, ni ningún escritor es honesto. Todos elaboramos verdades que son mentira. Ninguno somos honestos, ni los poetas, ni los escritores, ni los cantautores. Todos disfrazamos a la fantasía con un resquicio de normalidad y de aparente realidad. Ni los buenos ni los malos poetas, ni los escritores de alta o baja estofa, ninguno somos honestos, al menos no del todo. Porque ¿qué es ser honesto? Ser honesto es ser un tipo al que su madre le dice que no debe decir mentiras y él la obedece. Escribe verdad tras verdad, y así es para mí la literatura y la poesía. Una mentira que se agazapa en la verdad. Ni la autoayuda se la creen los gurús. Ser honesto es decir la verdad pero sin poetizar, sin concretar en lo más elemental de la literatura. Intentar ser sereno y tener temple para decir una verdad desnuda. Pero tanto en la vida como en la literatura debemos ficcionar. Es imprescindible ficcionar la realidad. Y tú eres responsable de lo que dices, pero no de lo que el otro entiende. Esta frase de Lacan es la base del psicoanálisis y la verdadera razón del por qué los escritores no son honestos. Pero la realidad es una sustancia adictiva con los años. Cuando pierdes la ingenuidad. Y es por esa razón que la literatura es hermosa. Porque hace hincapié en la verdad a ojos del que, como en el cine, no la cree del todo o sabe que no es verdad lo que lee, imagina o ve.

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